lunes, 9 de marzo de 2009

La desgracia ajena


- hola, ¿como estay?...¿y la Mónica como está?...linda ella.
- Oye y la tía estará por ahí
- Mmmm, bueno la llamaré al celular…gracias
- Aló, aló, ¿tía?...chuta, se cortó.

Deja las manos abajo, mira por la ventana como cae la lluvia y sus inquietos dedos tamborilean. Buscando la radio del colectivo encuentro solo unos cables colgando y comienzo a desesperarme, entre el tamborileo de sus dedos y la certeza de que tendré que aguantar una nueva conversación de ella, me hace querer arrancarme las orejas, pero me contengo.

Lo que somos, solo tres disímiles especimenes sentados en el asiento trasero de un auto. Ella la ejecutiva impecable de cabellos en tonos rubio y de toda la gama de colores que loreal puede darle, su collar entre esas redondas bubbys que dice “Francisca”.Un collar con tu nombre…le doy vueltas al asunto un par de cuadras y entre esta idea y la de si sería osado morderles los pezones, rondan raudamente y concluyo que no hay ridículo mas grande que tener uno de esos, es como si se fuera a perder y su madre quisiera empapelar la comuna con un anuncio que diga: se pierde perrita rubia, responde al nombre de francisca, tiene un collar con su nombre. Pero puede ser que simplemente le gusta su nombre.

La vieja gorda sentada en el medio, sin más gracia que su exceso de peso. Finalmente yo, el negro, al otro extremo del vehículo, apachurrado por la masa y volumen echo mujer que esta a mi lado.

Me bajo del colectivo y noto que vuelve a llover, lenta y suavemente…ah como adoro la lluvia, saco la lengua y miro al cielo, tratando de cazar algunas gotas con la sin hueso (lengua). Siento como un viento helado se cuela por debajo de la polera y pienso inmediatamente en mi cama. Apresuro el paso, hasta alcanzar un trote suave, pero aunque es lento, mis pulmones alquitranados y bronquios asmáticos me dicen ¡para conchetumare!, ¡para!, en su idioma, claro está. Así que lo único que oigo es un. Jiiiiiiii…..jiiiiiiii, exhalado, arrastrado y profundo. Disminuyo la marcha y mientras lo hago miro hacia atrás y veo que no he recorrido ni una cuadra y he tenido que parar, miro en todas las direcciones para evitar que alguien lea en mi frente el letrero de “pajero”, pero es algo tarde, veo como una regordeta jovencita corre en dirección contraria, no alcanzo a verla ni medio segundo, cuando noto que se inclina hacia adelante, trastabilla unos segundo y cuerpo tierra, palmas abiertas al suelo, formando ese sonido sordo y el incomodo silencio posterior, que solo puede ser llenado por dos posibles soluciones: una excusa idiota y una respuesta imberbe o simplemente la risa….espero, disfruto del silencio y reprimo la risa que secunda…pero ella se adelanta y me dice, mirándome a los ojos:
Me caí. Respuesta universal, idiota, impensada, obvia a mas no poder, pero sabes que debes decir algo, salvar a esa pobre mujer de torpes piernas de la incomodidad del momento. Pero no se me ocurrió nada mejor que decirle: “entonces ven para acá para recogerte”, acto seguido un ataque de risa, que no pude reprimir. Solo se que me insulto hasta que le dio hipo y que mi madre aun no vuelve de tanto que la saco a pasear.
Finalmente sentado en la cuneta de los hechos, concluyo que no hay bubbys, lluvia o cama que suplan el placer de la desgracia ajena.

domingo, 1 de marzo de 2009

Tufo ´e perro

Los veo a través del reforzado doble del vidrio, con sus pies descalzos, su piel morena expuestas al desgaste del frío, suciedad, malos tratos y hambre. Caminando de auto en auto pidiendo solo una moneda para comer o para pagar buenos tratos al panzón de pútridos olores que a estas horas duerme en su cama, descansando los puños y palmas de la paliza propinada al par callejero durante la noche anterior y reposa la que cuelga del forcejeo contra su sumisa esclava que dijo el si, pensando en un futuro mejor. Ella aun lo hace, por eso restriega ropa ajena todas las mañanas en el tarro de metal a la salida de su casa y esconde siempre quinientos pesos en la botella de cloro bajo el fregadero, para ir donde esos brazos y ese fétido aliento no alcancen a rozar su nuca y cuello durante las noches.