martes, 19 de agosto de 2014

03/04


Reuniones noctámbulas, conversaciones de cine, música, libros, videojuegos, porno, mujeres y otros, acompañados de cervezas o ron-cola (harto ron y poca coca-cola). Una especie extraña de autodidactas simbióticos que se creían los mejores y probablemente lo fueron.

Noches completas de conversación, donde  a veces el dueño de casa se iba a dormir y los visitantes seguían la jornada unas cuantas horas más o hasta que el canto de las aves indicaba que se aproximaba el amanecer, la única preocupación era dejar bien cerrado al irse.


La ceremonia incluía caminar de vuelta, se prefería la calle por sobre la vereda, unas 13 cuadras sin pensar en peligros, básicamente porque a esa hora era más probable toparse con un trabajador comenzando su día laboral que con un delincuente. Aún así en un par de ocasiones esta calma habitual fue violentada, como anécdota quedarán la vez que fueron amenazados por "el Moreno" con una pistola, y la vez que una horda armada con palos y fierros corrió hacia ellos y pasó de largo... Afortunadamente ya tenían una presa a quien iban persiguiendo.

Agradable época aquella, donde las reuniones se repetían con intervalo máximo de una semana, el dueño de casa recibía a las visitas en pijama y ofrecía la mayor atención a la que alguien puede postular, "quieren algo? saquen, están su casa los weones".

Inolvidable época fue el verano 2003/2004.