martes, 21 de diciembre de 2010

BUENAS INTENCIONES

La escalera mecánica sigue su rumbo como siempre, un peldaño tras otro perdiéndose en el fin de esta. El calor se manifiesta y una gota de sudor recorre mi frente y se pierde en la barba. Esta wea de metro es una maquina de hacer weones – concluyo.

Salgo del metro y comienzo a caminar siempre hacia el norte, nunca en otra dirección, curiosamente no lo había notado, es una de esas acciones que son parte de los rituales intrínsicamente incorporados en nuestros genes, pero que no podemos saber el: ¿ porque mierda hago esto?!. Mi única respuesta plausible es que tal como las agujas de una brújula, mi desproporcional nariz guíe el resto de mi cuerpo, en lo que pasear se refiere, hacia el norte.

Mis ojos automatizados, después de años de entrenamiento, buscan el cuerpo femenino, acorde avanzo, es difícil no notarlas, en esta época de verano, son una provocación al pecado constante.
Sigo caminando y mi reflejo ocular se posa en ello, la magnificencia echa nalgas, no hablo de un moldeado culo entrenado duramente en el gimnasio, Nooooo, aquello era solamente una obra de arte, es como si dios dijera: he aquí mi obra maestra y posteriormente muriera, porque después de crear aquello, no veo posibilidad de crear nada más perfecto.
Mientras me deleito mirando al norte aquel pedazo de arte voy rezando cuentas de un rosario mental y con cada ave María agradezco a la intervención divina el crear semejante espécimen. Me imagino que todo el paseo ahumada se convierte en el mas sagrado de los lugares, una nueva iglesia se debería erguir en estas tierras, por que el culo santo ha llegado!... me veo tentado a gritar en pleno paseo, cual predicador de la palabra- finalmente siento como la perversión se apodera de mi cuerpo y cosas indecibles pasan por mi mente, darle un buen uso a aquella maravilla, pero finalmente camino mas rápido y me alejo, no es bueno delirar tanto por un culo es lo que concluyo a la postre.

Finalmente a lo que vine, a comprar regalos de navidad, que cosa mas difícil, dolorosa, sudorosa y viéndolo desde eso punto de vista, es un parto en todo sentido.
Tras horas de caminar y no comprar absolutamente nada, producto del dilema “muy feo o demasiado caro”, miro al cielo y suspiro lentamente, como respiración de parto asistido.
En fin, deshago mi camino vuelvo en dirección sur hacia el metro, bajo las escaleras, miro de refilón la mina que atiende la pastelería, cosas perversas nuevamente ocurren en mi mente, pero sigo caminando y al momento de abordar el vagón concluyo que esta navidad solo regalare buenas intenciones.