miércoles, 9 de diciembre de 2009

Perdido


Loco como nadie, tan loco como para eyacular en un minúsculo papel de confort sacado del bolsillo de un pantalón recién lavado y tras una semana de abstinencia sexual.

La locura como un estilo de vida, incoherencia tras otra encontrando así un orden lógico a la existencia, profesar que nada de lo anteriormente pensado tiene relación con lo que piensas ahora y aceptarlo, tal como aceptas un buen capitulo de los simpson, claramente cuando comienzan en una cosa y terminan por quemar alguna casa. Casual como la vida misma y tan aceptable como la desgracia ajena.

Pensando en esas cosas es cuando me topo con ella. Caminando libremente con esas curvas que la envuelven y la elevan hasta el mismo cielo y una vez allá Dios la glorifica con su corona de estrellas y la proclama virgen de la belleza, pero como virgen no quiero observarla, quiero mancillar su gloria y abusar de su belleza.
Con su andar impregna todo de un toque “gamuza rojo intenso”, que da al pasillo de supermercado el tono de motel y las cámaras del techo, nuestros espejos.

Me mira, obviamente la cara de zopilote y baboso y cuando veo sus ojos me hundo en las profundidades de la lujuria y la imagino con unos ojos exorbitados mirando a lo ciclista, pidiendo que por favor no la abandone.

Posteriormente procedo a mirar el endose de su cuerpo una maravilla echa a mano…mierda dije…estas maravillas no pueden circular por la tierra libremente, como quien tira un escupitajo…maldigo a la creación por enviar tanta voluptuosidad y hermosura en un ser tan reducido como un humano en forma de mujer, mi mano se extiende, pero para en seco y agarro la manija del carrito con fuerza y me propongo avanzar hacia los atunes enlatados, pero la mirada rehuye hacia el lugar prohibido, vuelvo a mirar y es lascivo…el no tocarlo.
Miro el carro y esta lleno de la compra del mes, lo dejo todo y el tiempo perdido es recompensado, por que al descuido de la diosa mi mano se posa en semejante gloria perdida y con fines de evacuación llamado culo y echo a correr con lagrimas en ambos ojos para perderme en la salida entre los brazos de sendos guardias y ante la atenta mirada del publico presente me oculto tras los lumazos y entre los gritos de una diosa.