Alejarse cien metros de una conversación y seguir escuchando
la conversación debe ser alguna especie de Magia Ancestral.
Magia que, mientras escucho la conversación, se ve reflejada
en las pocas estrellas que dejan ver las nubes, multiplicada por la Luna que aparece
tras la cordillera y que a pesar de que está menguando genera un espectáculo único.
La suma definitiva de muchos factores que se sazonan los unos a los otros, fogata,
playa, nubes de mil y un tipos, el chorro de leche que derramó Heracles, la Luna
y el humo que emana del Volcán Chaitén.
Lástima que no tengo música conmigo, podría acompañar estos
pasos cenicientos tal vez con el Pulse o algo acorde.
Chaitén es un lugar especial difícil de definir, se podría
decir que es una extraña mezcla de destrucción y creación, por ejemplo la playa
donde estoy parado no existía antes de mayo del 2008, este espacio que antes era
del mar ahora es ceniza y arena, otro ejemplo son los troncos que alimentan la
fogata, de seguro antes eran parte de un frondoso bosque en las laderas del
volcán. Extrañas sensaciones provocó recorrer al atardecer las casas que se
conservan enterradas por cenizas hasta sus segundos pisos, y ver en la vereda
de enfrente las casas reconstruidas de quienes decidieron mantenerse acá.
Incluso la fauna es especial, no podría describirlos pero incluso gatos y perros tienen
actitudes a las que no estoy acostumbrado.
Ya son pasadas las 12 de la noche y hoy Julio Verne
cumpliría 187 años, curiosa coincidencia que me hace pensar que de seguro en sus Viajes
Extraordinarios este tendría derecho al menos a algunas líneas.
En el borde del horizonte se puede ver al Pez Austral y yo me mantendría a cien metros de la conversación, pero debo que volver con el combustible para la fogata.
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