jueves, 19 de febrero de 2015

Canasto de Agua

Alejarse cien metros de una conversación y seguir escuchando la conversación debe ser alguna especie de Magia Ancestral.

Magia que, mientras escucho la conversación, se ve reflejada en las pocas estrellas que dejan ver las nubes, multiplicada por la Luna que aparece tras la cordillera y que a pesar de que está menguando genera un espectáculo único. La suma definitiva de muchos factores que se sazonan los unos a los otros, fogata, playa, nubes de mil y un tipos, el chorro de leche que derramó Heracles, la Luna y el humo que emana del Volcán Chaitén.

Lástima que no tengo música conmigo, podría acompañar estos pasos cenicientos tal vez con el Pulse o algo acorde.

Chaitén es un lugar especial difícil de definir, se podría decir que es una extraña mezcla de destrucción y creación, por ejemplo la playa donde estoy parado no existía antes de mayo del 2008, este espacio que antes era del mar ahora es ceniza y arena, otro ejemplo son los troncos que alimentan la fogata, de seguro antes eran parte de un frondoso bosque en las laderas del volcán. Extrañas sensaciones provocó recorrer al atardecer las casas que se conservan enterradas por cenizas hasta sus segundos pisos, y ver en la vereda de enfrente las casas reconstruidas de quienes decidieron mantenerse acá. Incluso la fauna es especial, no podría describirlos pero incluso gatos y perros tienen actitudes a las que no estoy acostumbrado.


Ya son pasadas las 12 de la noche y hoy Julio Verne cumpliría 187 años, curiosa coincidencia que  me hace pensar que de seguro en sus Viajes Extraordinarios este tendría derecho al menos a  algunas líneas.

En el borde del horizonte se puede ver al Pez Austral y yo me mantendría a cien metros de la conversación, pero debo que volver con el combustible para la fogata.

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